DE PABLO A VIOLETA ¡LA GASTRONOMÍA Y LA CULTURA ESTÁN DE FIESTA!

Folklore de norte a sur maridado con gastronomía 100% chilena. No por nada se llaman De Pablo a Violeta e invitan a todos sus comensales, la mayoría turistas, a sumergirse en una noche llena de alegría, baile y sabores. Es el primer «Dinner Show» chileno.

La forma en que funcionan en sólo con reserva, así que hay que llegar a la hora señalada para no perderse de nada. Se reciben a las personas en esta hermosa casona de adobe con más de 100 años de historia con un cóctel abundante y delicioso que se nutre de Mariscal, Ostras chilotas en limoneta, Empanadas de Isla Negra, Arrollado y Pernil, junto a vinito, borgoña y otros bebestibles. ¡Que manera de comenzar la recepción! Todo esto, al son de cuecas y música chilota con entusiastas cantores y bailarines los cuales te hacen partícipe del show.

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Mientras todo esto ocurre, en un quincho central se asa al palo un Cordero Lechón Magallánico que te invita prontamente a saborearlo. Seguido a esto, se invitan a los asistentes a pasar a los comedores que tienen una capacidad para 180 personas. La música no para de sonar.

Sobre la mesa ya está todo preparado. Con rústica vajilla, muy acorde a la propuesta, comencé a disfrutar de unas ricas mini dobladitas artesanales para untar con pebre o mantequilla. La copa de vino se va llenando a medida que lo voy pidiendo. Y no es cualquier vino, es un Pablo Neruda de la viña Undurraga etiquetado especialmente para De Pablo a Violeta.

La entrada consiste en Tartarito de Centolla Austral, Lenguas de Cordero Escabechadas y Espárragos Salteados. Todo delicioso y, en mi humilde opinión, ese tártaro de centolla estaba increíble.

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En el escenario sonaba la cueca brava porteña y la chilota, los bailes de La Tirana y las danzas Rapa Nui y Mapuches. Colores, alegría y nuestra música nacional que late a pulso en cada uno de los actos que presenta el grupo, dirigido por el gran Daniel Muñoz.

Lo que sigue es la comida principal que ofrece tres alternativas coquetas y tentadoras: Cordero Magallánico al palo con Papas Chilotas; Suave Caldillo de Congrio Neruda; o Chupe de Centolla Austral, gratinada en parmesano, servida en greda de Pomaire. ¿Qué eligirían ustedes? Yo me fui por la sugerencia de su dueño Juan Pablo González, quien me dijo en que probara el cordero. Y así lo hice. Tenía una exquisita sazón y al corte del cuchillo era muy suave. Al acompañarlo con papas chilotas y verduras asadas se transforma en un plato con personalidad tranquila pero que deja salir sus potenciales en cada bocado.

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El cierre dulce era justo y necesario y estuvo a cargo de una degustación de postres bien nuestros: clásico y frío Mote con Huesillo, Leche Asada, Arroz con Leche y un Churro con azúcar flor. En sus porciones justas se disfrutan del cielo a la tierra. La música suena que suena y tú sigues comes que comes. Hasta cueca me sacaron a bailar, ideal para bajar la comida. Y yo, ¡feliz de bailarla!

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Ir a De Pablo a Violeta fue un descubrimiento maravilloso. Me sentí muy empapada de mi país y lamento profundamente que lugares como este no tengan aún más la popularidad que se merecen. Pero aquí estamos, cumpliendo esa tarea.

El atinado y gustoso menú que ellos ofrecen está creado por su chef ejecutivo Rodrigo Pizarro, quien antes se hizo cargo de la cocina de El Mesón de la Patagonia. Y ojo, que los chiquillos son tan top que adaptan su propuesta a vegetarianos y niños.

¡A visitarlos!

¿Dónde? Purísima 251, Barrio Bellavista. Santiago.

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