¿Puede haber algo más rico que mirar la lluvia por la ventana junto a un espumoso café y un crujiente dulce croata? Creo que no, y para mí, es panorama soñado. Y por fin dejé de soñarlo, ya que pude hacerlo realidad y nada menos que en el último rincón del mundo, en la hermosa y fría ciudad de Punta Arenas.
Los salones de té están bastante de moda, y no sólo en Santiago, gracias a Dios, sino que en cada ciudad de nuestro país. Es así como llegué al Café de Antaño, un lugar donde la experiencia que vives va más allá de probar cosas delicosas; sientes aromas, vives recuerdos, te enamoras de su decoración. Debe ser una parada obligada desde hoy si piensas viajar a la ciudad o si eres de allá.
Una enorme casona cobija este lugar, llena de las más increíbles y añorables antiguedades que le dan el toque perfecto para trasladarse en el tiempo. Un predominante papel tapiz inglés cubre los muros de este palacio que pertencece a Marisol Inostroza, quien junto a su esposo Gerardo y su familia, optó por abrir el café en el primer piso de su propia casa. Sí, yo también pensé que estas casas sólo se veían en las películas, pero existen.
Dentro de la carta, se ofrecen diferentes variedades de té valdivianos, personales y para compartir, en mononas teteras. También hay tortas, galletas, pastelitos, sándwiches y «hrustulas», unas masitas croatas muy sabrosas rociadas de azúcar flor que tuve la fortuna de probar. Son muy populares en la zona. Además, hay diferentes preparaciones de cafés, chocolate caliente y jugos naturales. Las chicas que atienden son casi tan dulces como las preparaciones. Te hacen sentir en casa.
El Café de Antaño es uno de esos lugares donde puedes pasarte horas con una taza de té en la mano sólo escuchando el sonido del viento. A veces una grata conversación también lo tranforma en un panorama ideal. ¡Imperdible!
¿Dónde? : Hernando de Magallanes 324, Punta Arenas